jueves, 5 de abril de 2012



Para un trapecista el hilo duele en los pies. Cuando ya ha empezado el camino, no le sirve de nada retroceder, porque por ahí ya ha pasado. Debe cruzar, avanzar por el hilo, sin mirar atrás, sin mirar abajo. Con la cabeza alta, de frente. Sin red, sin cuerdas que le aten. Y al final cruza valiente, con la admiración de todos. Al llegar al otro lado sonríe satisfecho, feliz, tras superar el obstáculo, consciente de que desde abajo nadie podía ver que le perseguía el miedo.


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